miércoles, 27 de febrero de 2013

La guerra

Es omnipresente. Es inevitable. Fueron 40 años. Son 10 de paz. Es la base de la construcción de una identidad nacional. No por nada el Camarada Presidente es el Arquitecto de la Paz. Y es curioso poder observar, medio desde afuera, de qué forma un país utiliza los elementos de su historia reciente en la construcción de su relato. La guerra se usa en casi todos los casos como una explicación de algo. ¿Los hospitales son insuficientes? Fueron destruidos por la guerra. ¿El tránsito en Luanda es un caos? La migración interna hacia Luanda provocada por la guerra hizo colapsar la infraestructura. ¿Hay escasez de mano de obra calificada? Los pibes tenían que ir a la guerra temprano y no podían estudiar. ¿La comida es cara? La guerra afectó principalmente a las zonas rurales.

Uno no escucha, sin embargo, relatos de la guerra en primera persona. Rara vez la guerra es una circunstancia específica que provocó que uno actuara de determinada manera, sino que generalmente es un ente ajeno, una tercera persona que generó muchos inconvenientes y desgracias, pero a todo un pueblo de manera uniforme y no a un relator específico. En lugar de ponerme a escribir sobre cosas que no entiendo mucho (lo que he hecho en muchas ocasiones), le cedo la palabra a alguien que sabe más. En su último libro, "Os Transparentes", el escritor angoleño Ondjaki escribe (la mala traducción es mía, la estructura formal es del autor):

y la novia pensaba que

con excepción de ella misma y de su madre, todos los angoleños tenían alguna paranoia con armas o armamentos, todos tenían una historia que contar que contenía un arma, una pistola, una granada o al menos una buena historia que contuviera un tiro, o una ráfaga de tiros, algunos tenían cicatrices en el cuerpo, otros atribuían a cicatrices varias los episodios que fabulaban por fuerza de necesitar de ellos,

un modo, llamémoslo así, colectivo de revivir la guerra y sus episodios, los combates y sus consecuencias, aunque fuera de oír hablar, o de haberse escuchado en la radio antiguamente, en los días en que la guerra había sido un elemento cruel pero banal de la realidad, y aún hoy disociar a la guerra del cotidiano era casi un pecado

y de arma en arma, de tiro en tiro, de conversa violenta en brutal descripción el fantasma de la guerra continuaba libre - en cada esquina de Angola en algún momento, aunque fuera en los primeros instantes de las mañanas más limpias alguien estaría dispuesto a sacrificar su silencio para hablar, aunque más no fuera implicitamente, de una guerra cualquiera, la suya o la del vecino, de su familia o del hijastro que viene de una provincia más sufrida, inyectando en casamientos, funerales, en las horas de trabajo, en los bailes, en las artes y hasta en el amor una casi innata pericia para hablar sobre ese asunto monstruoso como quien suavemente y sin miedo acariciara las espaldas de un monstruo rabioso y atormentado por una falsa paz con apariencia de agotamiento

así, en la manera de actuar y de reaccionar, de recibir a los otros y de ir afuera a contar en muchas versiones la herida nacional, el angoleño invertía gran parte de su imaginación en recuerdos que la mayoría de las veces no eran suyos, o proyectando en el pasado lo que podría haber ocurrido, o haciendo clarísimas alusiones a un futuro que por suerte no ocurriría y bien revisadas las cosas - al fin y al cabo, tratándose de tamaña cicatriz social - la verdad es que cualquiera sin pedir autorización a los demás podía de hecho recurrir a la llave mágica de la palabra para abrir la gigante caja fuerte donde el monstruo decidió vivir

"la guerra", se decía, "es un recuerdo que siempre sangra, y en cualquier momento uno abre la boca, o hace un gesto, y lo que sale es un esbozo encarnado de cosas que ni sabías saber"

lunes, 25 de febrero de 2013

¿Qué onda con los encendedores?

Me encanta escuchar las historias de la Angola de antes. De las épocas del socialismo científico y la República Popular. De los tiempos del kwanza burro, cuando María no conocía el dólar y era todo por amor. Antes de los chinos y los brasileños, cuando los médicos y constructores cubanos reinaban absolutos en la Maianga. Las buenas épocas, antes que llegaran energía y comida en abundancia. La gente te cuenta historias buenísimas, de educación estalinista y apagones que duraban semanas enteras. De una ciudad sin embotellamientos, porque no había nafta para los pocos autos que podrían circular.

En esas épocas, el abastecimiento era fuente de dolor de cabeza constante. Moscú era Miami al lado de esto. Te cuentan que cuando llegaban contenedores con comida u otros productos del exterior, todo el mundo (bah, los que tenían algo de plata con la que comprar esos productos) se enteraba y se apuraba a actuar en consecuencia. Amarrocando, que le dicen. Si justo llegaba una carga de papel higiénico, u ollas, o harina de maíz, había que tratar de conseguir lo máximo que se pudiera, que uno nunca sabía cuando volvería a encontrarse con dichos bienes. El trueque también era moneda corriente, porque quizá uno había logrado valerse de buenas cantidades de aceite pero se había quedado sin jabón...

Aunque cambia todo cambia, todo cambia lentamente y viejas costumbres tardan en morir. Una cosa que queda es, por ejemplo, cierta inconstancia en las formas de distribución. Claramente la modernidad son los supermercados. A medida que avanza la infraestructura en la ciudad de Luanda y se van creando avenidas que conectan los barrios, empiezan a surgir supermercados y otras bocas de expendio formales de productos. Pero aún es raro que uno encuentre en un supermercado todo lo que necesita, entonces la práctica indica que para hacer compras hay que recurrir a varios puntos de venta - lo que además en Luanda implica coordinar las cosas para no perder el día en el tránsito.

Para citar un ejemplo, estuve dos meses sin encontrar encendedores. En un supermercado no tenían. En otro me olvidé de preguntar. Me dijeron que los zungueiros que venden cigarrillos en el largo de Kinaxixi tienen encendedores. Fui pero justo no tenían. Otro en la Rocha Pinto me quiso cobrar cinco dólares por un encendedor chino, así que lo mandé a freír mandioca. Pasamos frente a una tabaquería-papelería, me bajo del auto pero había como diez personas esperando y no tuve paciencia. En otro supermercado me dicen que "tendrían que estar acá", diez minutos después aparecen pero no les encuentran el código de barra.

Tampoco es tan grave, siempre se consiguen fósforos. Son más incómodos pero no es el fin del mundo. Pero aún así el otro día me puse chocho cuando tenían unos encendedores muy berretas en el Martal. Comprarlos no fue sencillo, ya que la cola normal del supermercado no servía para pagar encendedores, había que hacer otra cola especial para algunos productos seleccionados (maquinitas de afeitar, encendedores, alisadores de pelo), lo que implicaba un montón de boletas por duplicado ya que a la salida del Martal uno siempre tiene que dejar una copia de las facturas con el guardia de seguridad. Aproveché y compré como diez encendedores. Algunos incluso prenden.

viernes, 22 de febrero de 2013

Logística Angoleña

Los sistemas locales de distribución de productos son muy particulares - y es una de las primeras cosas que a uno le llama la atención en Luanda. Existe un verdadero boom del comercio minorista, con supermercados, galerías comerciales y tiendas abriendo cada día. Pero el 70% del comercio minorista en el país todavía se realiza informalmente. Y en el medio de la informalidad, reinan absolutas las zungueiras, dueñas de las calles de la ciudad.



De su cabeza salen frutas y verduras, pescado, gaseosa, pollos, arroz, azúcar, harina de trigo, de maíz y de mandioca. Venden jabones, tápers, perchas, ollas y cubiertos. Venden zapatos, ropa, pendraiv y máus, canillas, hino-bidets y lámparas. Venden volantes, llantas, ojotas, toallas, cuadernos y resmas de papel. Con el caos de tránsito de la ciudad, los embotellamientos se transforman en verdaderos shoppings a cielo abierto. Lo que genera más caos cuando uno se da cuenta que justo el Hyundai Tucson que tenemos en frente no se mueve porque la señora que maneja se está probando unos zapatos que le gustaron pero como la zungueira no tiene el color buscado en su talle fue a buscar a otra zungueira que quizá sí lo tenga...

Todo en la vida responde a una lógica, y la fuerza de las zungueiras en Angola viene de épocas anteriores, cuando la falta permanente de energía imposibilitaba mantener productos en cadenas de frío: los mayoristas mantenían los bienes refrigerados gracias a sus grupos electrógenos, y a las 5 de la mañana empezaba la cadena de distribución. Si el pescado se pudre a las pocas horas de estar a temperatura ambiente, entonces el desafío de las zungueiras es llegar rápido a los clientes para deshacerse de la mercadería. No sirve esperar a que el consumidor quiera comprar pescado: hay que entregarlo mientras está fresco.


Ahora bien, el mundo cambia, Angola cambia y quizá las zungueiras sean una especie en extinción. El gobierno tiene planteada una política clara de formalización de las relaciones económicas, y todas las semanas uno ve en los noticieros y lee en los diarios sobre conflictos entre la policía y las zungueiras. Quizá un día la modernidad condene a las zungueiras a vender sus productos en mercados regulados y la ciudad de Luanda pierda un poco de su colorido, pero mientras tanto uno puede pararse en cualquier esquina de la ciudad a observar a una zungueira bajando una palangana de pescado de la cabeza, un bebé de la espalda y sentarse en un escalón a darle fruta sacada de un bolsillo a la criatura.

Algún lector desavisado puede preguntar: ¿y esto qué tiene que ver con la Argentina? Bueno, en realidad tenemos mucho que ver con todo esto. En un post muy antiguo mencioné la importancia de los supermercados para nuestro comercio exterior. Más del 80% de los casi US$ 200 millones que exportamos a Angola por año son productos de consumo masivo. De conversaciones con los importadores, sabemos que la gran mayoría de los productos argentinos que vienen a Angola pasan por la cabeza de una zungueira antes de terminar en la mesa (o en el baño) de la familia angoleña. Entonces entender las peculiaridades del sistema de distribución por zungueiras termina siendo parte del laburo de uno - tan importante como conocer a los gerentes de compras de los supermercados.

Aunque suene un poco acartonado decirlo, la verdad es que hay muchas familias argentinas que comen gracias a las zungueiras que reparten jabones, aceites, corvinas y harinas bajo el escaldante sol africano.

Aviso de propiedad intelectual: las fotos las saqué de
acá, acá y acá.

martes, 19 de febrero de 2013

Cinco canciones

Diez minutos de charla con un angoleño y uno termina con la impresión de que la música nació acá. No existe ritmo del que los angoleños no tengan una teoría sobre sus orígenes nativas. Samba, tango, jazz, blues, hip-hop, rock. Aparentemente son todos ritmos que empezaron acá o que surgen de ritmos angoleños. Supongo que un par de meses más y me enteraré que el vals, la polca, el chamamé y el hardcore electrónico también surgen de esta tierra.

Igual la verdad es que la riqueza de la música angoleña no me deja de sorprender - lo mismo que la rapidez en la que cualquier espacio se transforma en pista de baile cuando hay música sonando. Por eso bueno, a tono con la temporada, les paso algunos de los hits del verano angoleño que andan sonando por las calles de Luanda.

Matias Damásio - Kwanza Burro



Damásio nos cuenta que "en los tiempos del kwanza burro María no conocía el dólar, era todo por amor y cuando uno amaba entregaba flores". El kwanza es la moneda nacional, y los tiempos del kwanza burro es la Angola pre-capitalista. Pero "ahora que el kwanza se avivó, en las listas de casamiento piden muchas cosas mamá: zapatos de suela seca, parabolica con seis meses anticipados, cerveza del extranjero, televisor de 60 pulgadas, chinos para vallar terreno de 20x40". La solución de Damásio? "Sólo nos queda llorar, mamá ue".

DJ Malvado ft. Eddy Tussa - Zenze


Eddy Tussa es medio omnipresente en Angola, uno lo ve por todos lados. Normalmente hace semba, como acá donde nos cuenta que es romántico a su manera, pero DJ Malvado le pone su cuota y le agrega un beat maldito y un ritmo de guitarrita española.

JD feat Nagrelha e Rei Panda - Eu não quero saber


No puede faltar kuduro! Directo del corazón de Sambizanga con el mayor kudurista de todos: Nagrelha.

C4Pedro feat Big Nelo - Calor e Frio


Más música urbana. Un poco de reggae, un poco de kuduro, un poco de rap, mucho de pop. Naturalmente angolano.

Cualquier cosa que se baile Tarrachinha


La primera vez que vi una pareja bailando tarrachinha quedé medio hipnotizado. Es jodido de explicar: dos personas bailando sin mover más que las caderas en cámara lenta, como si fueran dos invertebrados copulando. O algo así. Acá pueden ver una versión callejera de dos angoleños bailando a orillas de un río, y acá pueden ver una versión radical freestyle de la tarrachinha.

jueves, 14 de febrero de 2013

¿Qué onda con Africa?

Una de las características de esto de ser una potencia mediana es que uno no tiene obligación de tener intereses globales. Las grandes potencias, por ejemplo, no pueden darse el lujo de ser indiferentes a lo que ocurre en el mundo. Inestabilidad política en la República Centroafricana, pruebas nucleares en Corea del Norte, secesión de Sudán del Sur. Una potencia global debe tener una postura sobre cada uno de esos temas, ya que cada resultado de cada crisis puede afectar sus intereses. Debe tener también un menú de opciones que incluye la voluntad y capacidad de intervenir cuando sus intereses se ven afectados.

En comparación, el líder argentino tiene que controlar un mapa de dimensiones reducidas: la mayoría de las crisis que ocurren en el mundo no afectan nuestros intereses vitales. Una de las consecuencias de esa realidad es que no necesitamos estar sacando comunicados de prensa fijando posición sobre cada golpe, rebelión, ataque armado o toma de capital que ocurren en el mundo a diario.

Nuestra infraestructura diplomática (la red de embajadas y consulados que tenemos en el mundo) refleja la realidad de nuestros intereses como nación: con la reapertura de la Embajada en Guyana cubrimos toda Sudamérica con excepción de Suriname; estamos representados en las cincuenta mayores economías del mundo con excepción de Singapur y Kazajistán; de los países de habla hispana del mundo, solamente no tenemos sede en Guinea Ecuatorial.

A vuelo de pájaro, nuestra infraestructura se concentra fuertemente en Latinoamérica (36% de nuestras sedes diplomáticas), seguido de Europa (27%), Asia y Oceanía (13%), Medio Oriente (11%), América no-latina (10%) y finalmente la Africa Subsahariana con solo 5 sedes (3% del total). Nuestras embajadas en Abuja, Luanda, Nairobi y Pretoria y el consulado general en Johanesburgo cubren 43 países en los cuales viven 850 millones de personas. Nuestra embajada en Nigeria, por ejemplo, tiene jurisdicción sobre Benin, Burkina Faso, Camerún, República Centroafricana, Chad, Congo-Brazaville, Costa de Marfil, Gabón, Gambia, Ghana, República de Guinea, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, Liberia, Mali, Niger, Santo Tomé y Principe, Senegal, Sierra Leona y Togo.

Varios eventos del 2012 vinieron a sacudir la pachorra de potencia mediana en la que vivimos en lo que a Africa se refiere. La misión comercial del Canciller y Moreno a Angola en marzo, la Presidenta inaugurando una feria de productos argentinos dos meses después; el secuestro de la Fragata Libertad en Ghana en octubre, la visita de Timerman a Sudáfrica el mes siguiente. Por instantes pareció que la Argentina puede llegar a tener intereses en Africa.

Que tengamos intereses comerciales en países que crecen al 10% anual, nadan en petróleo y compran todo lo que necesitan en el exterior con las rentas de los hidrocarburos no debería ser una sorpresa para nadie. En esta ecuación, no se requiere ser Juan Bautista Alberdi para pensar estratégicamente. Incluso los medios opositores lo vieron claramente antes del viaje presidencial. Ahora lo de Ghana y la fragata es un poco más complicado.

En entrevista de Tiempo Argentino con Eduardo Sguiglia, novelista y primer embajador argentino en Angola, este comenta que Argentina históricamente tuvo relaciones más fluidas con el Africa del Norte que con el Sub-Sahara:

Hay una élite argentina acostumbrada a mirar a los Estados Unidos y a Europa, una élite que forma parte también del mundo diplomático... La cultura y la política dominante en las relaciones exteriores argentinas no contemplaban las relaciones de cooperación y políticas con África.

Es evidente que algo está cambiando - y que hoy existe al menos la voluntad política de ampliar nuestras relaciones con este grupo de países. Creo que el episodio de la fragata es un símbolo tanto de esta voluntad como de todo el trabajo previo que aún nos falta para poder elaborar un discurso argentino coherente para el Africa. Más allá de la importante victoria diplomática que se obtuvo al lograr liberar la fragata, no podemos ignorar que el episodio mostró una dosis importante de ingenuidad de nuestra parte - y la importancia de tender redes de contención política en los países con los que se quiere mejorar las relaciones. Aunque estoy convencido que en relaciones internacionales es mejor pecar de exceso de ingenuidad que pecar de exceso de hijaputez, lo ideal en estos casos siempre es no pecar.

Cuando le preguntan a Sguiglia por qué no tenemos Embajada en Ghana, su respuesta fue:

Yo creo que fundamentalmente como consecuencia de ese enfoque (elitista) de la política exterior. Ahora, uno podría reflexionar, ¿es importante tener una embajada en Ghana? Pero para elaborar esta respuesta es importante ver el tablero completo, diseñar una política hacia África y ahí concluir si es necesario o no. Sin reaccionar porque en Ghana tuvimos un problema...


Ese es el camino que tenemos que hacer al andar. Y tenemos que tener en claro de entrada que construir relaciones con 43 países de los cuales sabemos muy poco y con los cuales casi no nos hemos vinculado en el pasado nos va a traer muuuuuuuuuchas sorpresas - buenas y de las otras. Y que este proceso le va a dar muchos titulares a los medios de comunicación - buenos y de los otros.

jueves, 7 de febrero de 2013

El pensador de Porto Amboim

Mediodía de sábado, fin de semana largo. Una tarde en la playa con Antonio Carlos en Porto Amboim. Mar de bahía, aguas tranquilas en apariencias, pero de olas cortas y profundas. Sol tropical africano. La vida social del pueblo de pescadores pasa a orillas del mar; tirado bajo el sol, uno puede observar a todo el pueblo desfilando por la arena. La misma arena finita que lleva al agua permite que dos blancos pasen desapercibidos, como camuflados entre su color claro. Paz total.

El sol perpendicular sobre nuestras cabezas; en la mejor sombra del mejor árbol frente al mar, un lugareño recostado contra el tronco contempla tranquilo el desarrollo del quebrar de las olas, mientras otro más joven duerme a sus pies, protegido por el árbol del sol del verano. A su alrededor, en típico paisaje angoleño, pilas y pilas de basura - latas, botellas, ojotas, tetrabrics, bolsas de papas fritas, platos y vasos descartables, una eventual llanta.


Atrás del árbol, una especie de auditorio abandonado, medio en ruinas. A lo lejos parece un templo de la iglesia universal. Le digo a Antonio Carlos que me encantaría transformar ese auditorio-basural en un restaurante con vista al mar. Con la cámara de mi mente, le saco una foto. En la foto el restaurante funciona, y cientos de comensales disfrutan un buen plato de mariscos mientras ojean el lento recorrido que hace el sol hasta hundirse en la línea del horizonte, de forma tal que le sigue quemando la cabeza a ustedes que leen del otro lado del Atlántico, mientras que para nosotros en Africa no es más que un recuerdo.

Paso frente al pensador y me doy cuenta que mastica de algo, quizá un pedazo de rama de árbol. En intervalos irregulares de tiempo escupe un bolo de la maderita y sigue masticando de la punta del palito. Su acólito sigue durmiendo.



En una segunda inspección me doy cuenta que la estructura que sostiene el techo de mi restaurante forma un arco que llega hasta el piso, como una red o pantalla de acero estructural oxidado y carcomido por la sal en el aire. Sin estructura que lo sostenga, el techo del auditorio-basural parece mantenerse en su lugar por la inercia de las cosas, hasta que un día la memoria de la forma que una vez tuvo se desvanezca y el techo termine por obedecer las leyes de la gravedad. Abandono mi restaurante.

Con Antonio Carlos no nos ponemos de acuerdo sobre si el tiempo en Porto Amboim transcurre más rápido, más lento o a la misma velocidad que en el resto del mundo. Decidimos no mirar el reloj. Un grupo de pre-adolescentes hace capoeira, enfrentando las olas con sus piruetas. Hace calor, pero el agua te refresca. Se puede decir que la temperatura es perfecta. Buscamos sombras, pero además del árbol del pensador todas las demás opciones están tomadas. Por la soberana basura. Nos sentamos en una esquina de ladrillos, bajo la sombra de un árbol. Prendimos un cigarrillo. A la hora de tirarlo observamos haber estado fumando en un depósito de garrafas de gas. A la sombra, eso sí.


El sol, que durante horas se posó justito arriba nuestro, parece querer acelerar el momento de bucear en el Atlántico. El pensador ya no tiene sombra, pero sigue masticando de su chicle de madera, el sol dándole en la cara. El otro, el aprendiz, sigue durmiendo pero cambió de posición. Para escapar del sol se dio vuelta. Y la tarde perfecta deja lugar a la puesta del sol perfecta. Ni una nube en el cielo. El aprendiz se levanta y saca una foto del espectáculo, pero el pensador absorbe todo inmutable.
Pueblo de pescadores, Porto Amboim no es inmune a lo que ocurre en el resto de Angola y es también un cantero de obras. Puerto, edificios, bancos, supermercados, astilleros, la mayor grua de Africa... una paz que quizá se termine, devorada por la modernidad galopante alimentada a petrodólares que promete/amenaza invadir cada aspecto de la vida del país.

P.S.: martes a la tarde, la ruta de regreso de Benguela a Luanda nos deposita nuevamente en Porto Amboim. Aprovechamos para un chapuzón recomponedor antes de seguir camino. El pensador de Porto Amboim sigue disfrutando de la mejor sombra del mejor árbol frente al mar, vigilando el decorrer de la marea mientras mastica de un pedazo de madera, inmune al cambiante mundo que lo rodea.

martes, 5 de febrero de 2013

Angola para Principiantes

Eh, bueno, no es que haber pasado dos meses acá me hagan un especialista ni mucho menos, así que para empezar a hablar un poco de Angola como país (y no como estereotipo) voy a chorrear un montón de cosas de Wikipedia y transformarlas en un post:


  • Angola es un país grande. Es un poquito más grande que Colombia, pero más chico que Perú.
  • En términos de población, está más cerca de Chile que de Venezuela.
  • El territorio de lo que hoy es Angola estuvo originalmente poblado por cazadores-recolectores Joisán en la pre-historia, pero estos pueblos originarios fueron mayormente desplazados durante la gran expansión Bantú
  • Cuando los portugueses desembarcaron en 1483, estas tierras eran parte del Reino de Ndongo, que a su vez formaba parte del gran Reino del Kongo. El nombre "Angola" proviene del título de Ngola que se le daba al Rey de los Ndongo.
  • La base de la economía en la época colonial fue el tráfico de esclavos destinados a Brasil. Los portugueses crearon enclaves comerciales en Soyo, Luanda y Benguela, pero no ocuparon territorio efectivamente, ya que la captura y traslado a puerto de los esclavos era realizada por los mismos soberanos africanos.
  • Entre 1641 y 1648 Luanda fue ocupada por los holandeses.
  • Las actuales fronteras del país salen, como la mayoría de las fronteras africanas, de la Conferencia de Berlín (1885). En esa famosa Conferencia, convocada por el Canciller alemán Bismarck, los países europeos se repartieron el continente sin preguntarles a los africanos qué opinaban del temita ese.
  • En el caso particular de Angola, y por cuestiones demasiado complicadas para que africanos o latinoamericanos podamos entender, se determinó que el país quedaría dividido. Portugal le cedió a Bélgica la desembocadura del Río Congo a cambio de terrenos en el noreste. De esa forma, quedó creado el exclave de Cabinda, un territorio de 7.270 km2 separado del resto de Angola por una franja de tierra que hoy pertenece a la República Democrática del Congo.
  • La fortuna a que hacía referencia Maquiavelo hace muchos años determinó que Cabinda flote en petróleo, y que en los terrenos obtenidos de Bélgica broten diamantes de la tierra.
  • A partir de principios del siglo XX empezó una etapa de colonización total del territorio por parte de los portugueses. En 1951 se le dio el nombre de África Occidental Portuguesa.
  • Con el inicio del proceso de descolonización de África, en 1961 inicia la lucha armada para conquistar la independencia. Surgen tres movimientos independentistas: el MPLA (Movimiento Popular para la Liberación de Angola) de orientación comunista y base étnica ambundu; el FNLA (Frente Nacional de Liberación de Angola), con apoyo de Estados Unidos y el régimen del apartheid de Sudáfrica y base étnica bakongo; y UNITA (Unión Nacional para la Liberación Total de Angola), originalmente apoyada por la República Popular China y con base étnica ovimbundu.
  • Después de 13 años de guerra de guerrillas, los militares que llevaron a cabo la Revolución de los Claveles en Portugal acordaron un plan para otorgar la independencia a las entonces colonias portuguesas en Africa en un plazo de un año.
  • Con la independencia fijada para el 11 de noviembre de 1975, el 9 de agosto de ese año se desató la guerra civil entre las tres facciones mencionadas. El MPLA tomó Luanda y recibió el poder de los portugueses. El primer Presidente de Angola fue el líder del Partido, el médico y poeta Agostinho Neto (el San Martín de Angola).
  • El FNLA fue derrotado en 1976, y el régimen del apartheid pasó a apoyar a UNITA junto con el resto del llamado "mundo libre". Agostinho Neto muere en 1979 en la URSS, y toma el poder José Eduardo dos Santos, quien sigue siendo el Camarada Presidente de Angola.
  • En 1991 el MPLA y UNITA acuerdan el fin de la lucha armada y el llamado a elecciones. Aunque el MPLA sale victorioso y los observadores internacionales afirman la transparencia del proceso, UNITA no acepta los resultados y retoma la lucha armada que dura hasta 2002.
  • Como resultado de más de 40 años de guerra, en el 2002 Angola se parecía más a un estereotipo que a un país. Infraestructura en ruinas, alimentos suficientes para un tercio de la población, ingreso per capita anual de US$ 500, minas antipersonales diseminadas por el territorio. Por la virulencia de los combates en el interior del país, entre 1975 y 2002 Luanda pasó de ser una agradable ciudad (así dicen) de 500.000 habitantes a ser una metrópolis africana de 5 millones.
  • Los movimientos de los últimos diez años van a ser la fuente de inspiración de este bloj por los próximos meses. Lo que sí puedo adelantar es que en diez años de paz multiplicaron su PBI per capita por 10, lo que los pone en el mismo nivel de ingreso de China, Tailandia o la República Dominicana. La reconstrucción del tejido social ha sido más lenta, lo que los pone en términos de desarrollo humano varios escalones más abajo, junto a países muy pobres como Camerún, Bangladesh o Pakistán.
Bueno, por ahora es todo.

viernes, 1 de febrero de 2013

Un estereotipo

Cuando una particular serie de eventos sin encadenamiento lógico desembocó en un vuelo de South African que me trajo, feliz de la vida, a pasar una temporada en Luanda, yo no tenía conocimientos profundos de Angola. Sabía más o menos su ubicación, que había sido colonia portuguesa y que después de su independencia habían estado en guerra civil durante casi toda mi vida. Gracias a esta canción de Chico Buarque, hace muchos años descubrí el MPLA y la galinha à cabidela.

El año pasado, con la visita de la Presidenta, la misión de Moreno y el Canciller, es como que Angola estuvo en el radar. De un momento al otro, para algunos medios de comunicación Angola pasó de ser un mercado prometedor para las empresas argentinas a ser una pérdida de tiempo. Se escribió mucho sobre Angola. La verdad es que para un argentino, es un destino exótico. Todo el continente africano es para nosotros una entelequia, en la doble acepción del término: por un lado, es una "cosa irreal", algo que nos cuesta incluso imaginar. Por otro lado, en el sentido aristotélico de "potencialidad", el concepto de "Africa" es muy utilizado por ciertos analistas para representar un conjunto de cosas malas que nos pasan como nación. Como una especie de cuco para adultos, se nos dice que mientras el resto de Latinoamérica encara un proceso de desarrollo, nosotros estamos en un proceso de "africanización".

No se muy bien si esto es una entelequia o una sinécdoque, en el cual se usa "Africa" como sinónimo de pobreza y subdesarrollo. Lo que sí me queda bastante claro es que cuando Morales Solá hablaba de "miseria africana" en el Tucumán del 2002, o cuando Rosendo Fraga hablaba de la africanización de la Argentina en 2003, o Clarín hablaba de proyectos gubernamentales para africanizar el país en 2009, y cuando Fernando Iglesias usó el mismo término hace dos semanas, es evidente que no están hablando de un continente, sino de un estereotipo. Y también es evidente que estas "comparaciones" se basan en una ignorancia profunda sobre África.

En el mismo año de 2002 y como réplica a la columna de Morales Solá, el diario La Nación publicaba una columna de Omar Evequoz (identificado como "cónsul de Mozambique") sobre los peligros de usar estas comparaciones simplistas entre realidades tan distintas. Titulado "Africa como un lugar común", Evequoz da en la tecla al identificar la carga ideológica de estas comparaciones periodísticas, y la simplificación que implica reducir cientos de realidades en dos palabras: miseria africana. La conclusión de Evequoz es que "la miseria en la Argentina es tan absurda como políticamente motivada, fruto de una historia de ocultamientos y desigualdades":

Mas bien convendría empezar por comprender cómo nos construimos a nosotros mismos. Probablemente esta percepción de la propia sociedad también se asiente en aquel mecanismo esencial: el de una Argentina europea que parece haber descubierto en diciembre de 2001 las bases de su propia miseria. Definitivamente, la miseria argentina existe desde hace tiempo y bajo múltiples formas. Y no es necesario compararla con Africa para entender su historia.

Quizá exista una tendencia a utilizar la experiencia colonial de la que surjen los Estados Nación en Latinoamérica y en Africa como un ecualizador de nuestras historias. Pero eso implica ignorar los distintos contextos históricos, las distintas realidades en las que se llevó a cabo la experiencia imperial en los dos continentes. Quizá esté hilando muy fino, y los analistas o perioditsas que usan el vocablo "africanización" como una advertencia no ameriten que uno gaste tiempo tratando de refutarlos.

Pero bueno, esto viene a que si me voy a poner a escribir sobre Angola, lo primero que puedo decir es que Angola no es un estereotipo o una fábula con su moraleja. Angola es un país.