miércoles, 9 de junio de 2010

En el fondo, la forma no importa (I)

Este post se origina en una conversación que me tocó escuchar entre dos funcionarios con muuuuucha más experiencia que yo. El tono era crítico a nuestra política exterior, y se centraba en el análisis minucioso de un caso testigo: el plantazo de Néstor Kirchner a la Reina Beatriz de Holanda (tuve que googlear inmediatamente para descubrir el nombre de la monarca y enterarme de lo que había pasado, y descubrí que hablaban de un caso que ocurrió en el año 2006 ¡en el Colón!).

El razonamiento de los colegas puede ser esquematizado de la siguiente forma:

- En los países importantes como Holanda el protocolo se toma muy en serio, y más cuando es una Monarquía

- Esos países tienen memoria institucional y estos desplantes se pagan

- Por culpa del plantazo, hoy en día las autoridades argentinas no logran obtener audiencias con la Casa Real de Orange

Si a cada diplomático se nos regalara un mes de antigüedad por cada vez que escuchamos en los dos eternos años del ISEN alguna variación de la frase “en nuestra carrera, la Forma es fondo”, con un poco de rosca podríamos egresar del Instituto Embajadores – sin rosca, jubilados 18F. Y creo que de tanto escucharlo, en el fondo lo terminamos creyendo un poquito. Lo que no sería grave, si todo terminara en un “¡qué barbaridad!” o un par de “¿dónde iremos a parar?”. Pero a veces la cosa va un poco más lejos, y se nos alimenta con el siguiente análisis:

Las principales características que rezagaron a la Argentina en el plano de las relaciones internacionales fueron signadas por escasas visitas oficiales, sistemáticas ausencias a cumbres regionales e internacionales, plantazos a mandatarios extranjeros, y un deliberado descuido de las minuciosas -pero imprescindibles- directivas del protocolo por parte del ex mandatario; hechos que le valieron un título propio -el estilo K- que desde entonces relució con orgullo.

Aún sabiendo que corro el doble riesgo de ofender a Rodrigo Mallea, escriba de estas líneas (a quien no conozco y por lo tanto no puedo menos que respetar) y aburrir a mis lectores, me parece importante ir al fondo de esta cuestión, y para eso quiero tratar este plantazo testigo desde un doble punto de vista: del interés nacional y del protocolo.

Empezando por el interés nacional, la realidad es que a menos que uno entienda la política exterior como un suplemento especial de la Revista Gente para diplomáticos, las principales características del aislamiento argentino en la década pasada no fueron justamente el poco uso del Palacio San Martín en eventos con mucha pompa o los atrasos en las fotos de las Cumbres. El aislamiento fue la consecuencia tanto de los eventos que culminaron en ese mes de diciembre de 2001, como de decisiones y procesos políticos racionales en los años post-crisis. Ojo que con racionales simplemente digo que fueron el resultado de un análisis de costos y beneficios por parte de los dirigentes en función del interés nacional, no estoy (por ahora, al menos) implicando que el análisis fue correcto o que los cursos de acción fueron los mejores posibles.

Porque el verdadero costo de terminar rápidamente con el aislamiento no eran dos sonrisas y una agachadita, sino que hubiera sido necesaria una respuesta más “market-friendly” a los temitas de la deuda (bonos y Club de París) y de las privatizadas. Si el interés nacional está definido en términos de bienestar de la población, no es absurdo pensar que en un determinado momento histórico la maximización del bienestar de los de adentro puede ser función de una minimización de los lazos con el afuera. Pensemos en otro plantazo testigo: para la Alemania post-Versailles, el costo de evitar el aislamiento era pagar a los vencedores sumas que claramente la economía no estaba en condiciones de afrontar sin un costo social inmenso.

Reduciendo toda esta situación al absurdo: ¿alguien verdaderamente piensa que, manteniendo las mismas políticas que se llevaron a cabo, las inversiones hubieran venido en borbotones si Rodríguez Sáa no se hubiera cagado de risa mientras declaraba el default, si Néstor le hubiera contado chistes a Bush en Mar del Plata o si Cristina se pasara el tiempo visitando Reinas y Princesas de Europa?

Obviamente que no quiero censurar la siempre jugosa crítica a los defectos de personalidad del otro. Y es claro que la impuntualidad es un rasgo criticable de personalidad. Incluso tengo amigos impuntuales y a veces me molesta mucho tener que esperarlos y les hago un puchero cuando finalmente llegan. Pero para construir una verdadera crítica de la política exterior, no hay que conformarse con formalidades. Plantear un camino alternativo implica contestar satisfactoriamente la siguiente pregunta: ¿qué mix de políticas hubiera permitido disminuir el aislamiento sin al mismo tiempo impactar negativamente en el bienestar de la población, o sea, en el interés nacional?

Entonces, reformulando la frase, podríamos decir algo así como que las principales características del aislamiento (o, si algunos lectores prefieren, “sensación de aislamiento”, je je je) fueron la decisión consciente por parte de los gobiernos de Duhalde y Kirchner (I y, en menor medida, II) de evitar los costos de una normalización de relaciones económicas con los países centrales, y el armado de una red de alianzas, principalmente comerciales, basada en países emergentes. Esta red en un primer momento se basa exclusivamente en los países de la región y China, pero a partir de la elección de Cristina Fernández pasa a abarcar otras potencias regionales como Rusia, India y países árabes.

Porque del otro lado del mostrador no tenés a una elegante Reina o a un simpático Presidente, tenés a un país buscando avanzar su propio interés nacional, y a menos que hayan definido a este como “buena onda en las Cumbres”, del otro lado hay inversores que quieren recuperar su platita, clink caja, con un plus por el trastorno de haber tenido que sufrir en carne propia nuestra crisis, y que no se van a volver contentos a casa con una sonrisa, una foto y un gesto cordial, un emotivo brindis y una lágrima en los ojos de los presentes, satisfechos en la convicción que la AUH puede reducir a la mitad el índice de indigencia de la Argentina.

Se hizo largo, mañana sigo y les voy a hablar de…. Protocolo (?)

5 comentarios:

( f. ) dijo...

Sospecho que es difícil determinar las causas de ese aislamiento (¿hubo –hay- tal aislamiento?). Concuerdo con que fue principalmente el costo de una política determinada pero me parece que es difícil determinar la incidencia de la forma [¿resabios y vicios profesionales míos?]. Se me viene a la mente el caso de China, aquel en el que CFK canceló a último momento la misión aduciendo que no podía dejar al frente del Ejecutivo a Cle(p)to. Sé que ese desaire tuvo consecuencias allá. Probablemente los chinos lo tomaron como una excusa para pasarnos alguna que otra factura pero igual, el plantón les dio ese justificativo.

Si las formas pueden servir para ese mix de políticas que todos pretendemos –tema que retomaré más abajo-, ¿por qué no respetarlas? Es más, me lo pregunto al revés: ¿tanto cuesta obedecerlas? ¿Qué motiva la no-observancia? ¿Una necesidad de destacarse, de contrastar?

Quizás nos venden demasiado esa frase que citás sobre formas y fondos. Lo que sí estaría bueno que ninguna vacíe a la otra, que no lleguemos a ahogarnos en los fondos ignorando las formas ni tampoco que toda nuestra política exterior se agote en la cascarita, en la formalidad.

Cito un lugar común: para mí, las formas son meras herramientas en aras a. La desgracia –lo que me deprime un poquito- es que veo a muchos en La Casa a los que se les ha ido la vida en esos asuntos y que parecen alienarse en pos de tanto cotillón. Y digo que me deprime sobre todo porque me da un toque de miedo. Temo ser el Scrooge que mira un futuro con el uniforme diplomático lleno de naftalinas y con algunos laureles descosidos en la solapa.

Cambio de tema (¿cambio de tema?) y vuelvo a un punto muy piola: “Si el interés nacional está definido en términos de bienestar de la población, no es absurdo pensar que en un determinado momento histórico, la maximización del bienestar de los de adentro puede ser función de una minimización de los lazos con el afuera”. Me hace acordar a aquel debate sobre las prevalencias. ¿Qué está primero? ¿La política exterior se define en función a la política interna, como una proyección; o, por el contrario, amoldamos nuestra situación interna para adaptarnos con “el afuera”?

Sé que se puede hacer una abstracción y llegar a un lugar común: decir que el interés general está por encima de todo y que, en definitiva, ese debate es una mera discusión sobre las herramientas. Sé que la política exterior menemista –un claro ejemplo de la preponderancia del afuera- podría haberse justificado alegando que perseguían el bienestar común y que para eso era necesario aquel realismo periférico y el Consenso de Washington. Pero no, dejémonos de joder. En el caso de los 90, en mi opinión, el bienestar de los de adentro era subsidiario y se supeditaba a esa maximización del afuera. Hagamos ceteris paribus y supongamos al interés común y general como el factor común.

Respondo tu pregunta sobre si hubieran venido las inversiones si se hubieran dado esas condiciones: no. Y tuvimos 10 años carnales para comprobarlo. No. El slogan de que “hazlo y vendrán” sirvió sólo para la sensiblona película beisbolera de Kevin Costner.

Y como en todo, supongo que lo deseable es un punto medio, un equilibrio. Sospecho que se requiere ese mix que citás. También creo –y quiero creer- que el supuesto aislamiento fue un costo calculado y que después la cosa se fue ajustando, haciendo que esa política exterior intente adaptarse a ese mundo raro y cambiante, con los benditos BRICS, las crisis y la mar en coche. [Por lo pronto, los jubilados italianos y japoneses ahora tienen otras preocupaciones además de los Tango Bonds y los alemanes deberán dejar de intentar confiscar bienes argentinos allá]

E basta. Demasiado cansé.
Repito, un muy necesario blog.

Rober dijo...

A ver, a ver, esto parece "El Argentino"...

1. No entiendo en qué situación minimizar los lazos con los de afuera puede maximizar el bienestar de los de adentro. No me convence el ejemplo de que un país se aisle para no pagar deudas (justas o injustas). Obviamente, tampoco va a salir a pechar si no tiene un mango en el bolsillo, pero las relaciones internacionales sirven, aunque nadie lo crea, para lograr distintos objetivos nacionales. Habrá que cambiar el perfil, redireccionar los cañones, bajar la cabeza, pero ignorar el mundo no me parece recomendable.

2. Mi humilde opinión es que se podría haber mantenido una relación seria con la mayoría de los países, aún habiendo dejado el tendal de bonistas que dejamos. Con esto quiero decir, por ejemplo, que si hubiéramos tenido Embajador en Londres los últimos años y Director de Malvinas, quizás nos hubiéramos podido preparar mejor para lo que pasó con la exploración petrolera. Si alguien hubiera dicho, y alguien hubiera escuchado que no se le podía seguir metiendo el dedo en el orto a China sin consecuencias, quizás no hubiéramos tenido la minicrisis que tenemos con los requisitos sanitarios para la soja. Si nos dejáramos de joder con las pelotudeces que les hacemos a diario a los brasileños, quizás les podríamos plantear seriamente que ellos también la corten con las suyas. No estoy hablando de sobreactuar a la brasileña. Hay un lugar en el mundo para países de la dimensión y los recursos de Argentina, y hay que ocuparlo porque eso sirve para el bienestar de la población.

3. No veo la red de alianzas que vos ves, más allá de algunos negocios puntuales, pero vos debés tener más info que yo sobre eso. Por otra parte, si hay costos por la normalización de las relaciones económicas con los países centrales los vamos a tener que pagar, a la corta o a la larga. La pregunta era si no podíamos empezar a pagarlos en cuotas, aprovechando la benevolencia que puede seguir a una crisis. Como no lo aprovechamos, desde 2004 nos están cobrando que ya no nos va tan mal.

Comentario general: no me parece automática la relación entre la crítica al estilo con la crítica a la carencia de política exterior. Quizás después de que hables de Protocolo la entiendo. El estilo es criticable, se puede tener una política deliberadamente aislacionista sin ser un guarango de mierda. Por otra parte, se puede ser un guarango en las formas y tener claridad en los objetivos de política exterior. Todavía este gobierno me tiene que demostrar que su guaranguismo es estratégico. Yo no veo ninguna política exterior que vaya más allá de algunos negocios importantes para algunas personas importantes. Creo que parte del problema es limitar el objetivo de la política exterior a vender más productos. Y aún así, no creo que este gobierno haya maximizado las herramientas de política exterior para mejorar el desarrollo económico. El gobierno tampoco parece conciente de que hay medidas de política interna que tienen efectos en el exterior (las andanzas de Moreno), no sólo económicos, sino políticos (si Lula es un aliado, por qué carajo le dan votos a Serra con todas las medidas anti-Brasil). Mi opinión sigue siendo que son unos ignorantes de Santa Cruz que creen que un país, con todas sus complejidades, se gobierna igual que una provincia rica y vacía, y que tres tipos inspirados pueden dirigir toda la variedad de políticas públicas de las que se tiene que ocupar un verdadero gobierno. En fin, ojalá las cosas sean como vos las ves y estos tipos sean unos genios ignorados. O al menos, que dándole un fundamento teórico a la falta de política exterior de esta gente, logres rápidos ascensos, traslados y esas cosas que quieren todos los diplomáticos.

el de adentro dijo...

Siarmó la polémica, siarmó!!!.

Antes que nada, yo sabía que podía contar con Rober para dar en el punto X: "no me parece automática la relación entre la crítica al estilo con la crítica a la carencia de política exterior". Eso es justamente lo que yo quiero decir. Hay muchas críticas válidas a la ausencia de política exterior, y a la política exterior "a los ponchazos" que hemos visto. Y toda esta tilingada que uno tiene que escuchar a diario de que llegó tarde para una foto, tocó en el brazo a no sé qué monarca intocable, usó un color inapropiado para la situación, dejó plantado a blablabla blabla bla bla te taladra la cabeza y no te deja pensar, como dice Capusotto.

Y después, con el tema de guarango de mierda, te vas un poco al carajo. Porque en el fondo, si Néstor es o deja de ser un guarango de mierda es total y absolutamente irrelevante para el interés nacional: uno no lo vota a Néstor para ser su amigo (aunque también podría, vos sos un guarango de mierda y sos mi amigo), lo vota para la PNA. Todo este discursito del guarango y la conchuda, Lúcifer y la yegua que uno escucha en ascensores, restoranes y taxis, y puede leer a diario en ciertos medios, está muy bien para la peluquería, pero es justamente la discusión que se queda en la forma más superficial, como si las Presidenciales fueran un gigante Bailando por un Sueño donde los electores votamos con el celular.

Para darte un ejemplo: yo estoy de acuerdo con vos en un 90% de lo que planteas en el punto 2 (sacando lo de Brasil y después te explico porque), pero lo voy a tener que dejar para mañana porque cuando me engancho con lo del casetito del "Néstor es Hitler" de Grondona pierdo todo atisbo de racionalidad.

Pero no para hablar de lo importante: ¿vos crees que con esta boludez logro el ascenso? Dios te oiga...

Anónimo dijo...

Caro blogger, espero con ansias tu respuesta a Rober con respecto a lo de Brasil. Entonces, podré opinar mejor. Concuerdo en que hablar solamente de plantazos no es hablar de polex. Si hablamos de polex, más allá de la apuesta regional clara creo que hay cortocircuitos que tienen costos para el bienestar de la población y que podrían evitarse. Salvo que en algún momento, alguien nos revele que son parte del plan. Abrazos. Brutus

el de adentro dijo...

El punto 1 de Rober es demasiado rico como para contestarlo acá, así que en mi ansia de figurar y currar un ascenso (o al menos alguna direccioncita pedorra, traslado no quiero), voy a dedicarle mi próximo post.

2. Parte de mi argumento es que el aislamiento de los naughties no representó un costo neto, ya que sus beneficios habrían sido al menos iguales al costo de acelerar un regreso al mundo (Brutus: es obvio que todo cortocircuito genera sus costos, yo mismo vivo pagando multas por atraso en devolver el video, en pagar las cuentas, etc..). Pero los errores, se pagan, acá y en la China. O en Malvinas. Porque la situación que vos describís de la relación con el Reino Unido es absolutamente cierta, y genera un costo. Pero por otro lado, estos últimos meses por primera vez en mi vida sentí que pueden haber avances concretos con las islas. Si quieren hablar de las formas: es la primera vez que escucho a un Secretario de Estado americano diciendo que a algunas personas nos gusta que se llame a las islas por su nombre, Malvinas. Y esto, aunque no necesariamente sea un logro del gobierno, fue peligrosamente cerca en el tiempo de la reunión Hillary-Cristina como para que te quede una duda… Lo de la OEA no lo tengo en claro. Si alguien sabe, que cuente. O sea, tan aislados tampoco estamos. El caso de China es 100% un error, pero no es un error causado por el aislacionismo, sino justamente al revés. En mi opinión, todo empezó cuando Néstor quiso salir del barrio y decidió ir a hacer la China. Kirchner fue probablemente el presidente más racional que hemos tenido desde el 83. Me lo imagino calculando costo-beneficio hasta en el baño (como a Chiaradia). Imagináte cuando el gran calculador descubre que los chinos, tan simpáticos, le habían vendido espejitos de colores… como no podían desconocer la letra firmada, lo mandan a Moreno a arreglar el quilombo. Y no me cabe la menor duda que eso es un error. Algún día voy a escribir un post sobre Moreno…

2,5. Lo de Brasil me sorprende que lo saques. Te hacía más realista. Acordáte de cuando éramos chicos y compañeros de banco, y no les hacíamos pelotudeces a los brasileños (¿te acordás que éramos como uruguayos con el respeto a las normas, pero un poco más moderados). Y los guachos nos garcaron bien garcados, ¿no? No digo por la devaluación, estaban en todo su derecho, y los boludos fuimos nosotros de no subirnos al tren (y boludo fui yo que no me di cuenta de eso en ese momento). Pero cómo hinchábamos las pelotas con los uruguayos con el tema de la Incorporación de las Normas MERCOSUR, y como Brasil nunca aplicó el Protocolo de Defensa de la Competencia, y la devaluación del ’99 sumada a los incentivos fiscales brasileños nos generó 3 años sin crear un puto empleo industrial. Ahora les metemos el dedo en el orto a los brasileños, ellos siguen haciendo lo mismo (es una verdadera política de Estado!!!) pero por lo menos la gente tiene laburo.

3. Si, quizás red de alianzas sea mucho. Digamos que está todo bien con Rusia e India, y con varios países del Norte de África. Pero es más que negocios puntuales. La Santa Madre Rusia es probablemente el país del mundo con menor proporción de commodities entre nuestras ventas (grandes compradores, obvio). Les vendemos frutas premium, alimentos procesados, mucha mucha mucha carne, maquinaria agrícola, ascensores, jugadores de futbol (por Wanda Nara no pagaron, parece). El otro punto que decís, obvio que los costos se pagan. Siempre se pagan. El único que no quiso pagar costos fue Duhalde (y en el fondo hizo bien, me parece, aunque puede ser discutible). En el 2005 se reestructuró la deuda, se pagó la primera cuota. Y a partir de entonces venimos pagando en cómodas cuotas. Ahora mismo se está terminando el tema de los holdouts, falta arreglar el Club de París. Por eso digo, me parece que tu percepción del pago en cuotas es correcto, y es justamente la idea de Kirchner. Creo que ahora sos vos el que busca el ascenso….