miércoles, 1 de junio de 2011

¡Qué caro está el yen!

La semana pasada, Cookie Monster escribió un excelente post sobre uno de los misterios del sistema financiero internacional: la valorización del yen de los últimos años. En su momento quise hacer un comentario con un par de ideas, pero se me hacía muy largo y decidí escribir esto. No tengo para nada la intención de esbozar una respuesta - nadie la tiene, y además tiene razón Cookie en eso de que una respuesta quizá requiera una pila de argumentos ad hoc. Pero como uno de mis entretenimientos favoritos de este blog es desmitificar a Japón, ahí va.


No sé bien por donde empezar, así que empiezo por el 80. El dólar a 80 yenes. Una sóla vez había ocurrido en la historia, en abril de 1995, justo cuando la Argentina ardía al ritmo del tequila. La deflación japonesa recién empezaba, y por ese entonces la apreciación del yen implicó que por unos meses la economía japonesa estuviera a punto de alcanzar el tamaño de la de EE.UU. Si el yen se hubiera apreciado hasta los 75, Japón hubiera sido en 1995 la mayor economía del mundo.


15 años de deflación y pobre crecimiento económico después, la noción que un puñado de islas con una superficie similar a la de las Provincias de Buenos Aires y Entre Ríos juntas pueda tener un PBI igual o mayor que el de la superpotencia económica es risible, y la pregunta que yo le haría a Cookie Monster entonces es: ¿cuál es el valor para el yen en términos de dólares que te haría sentir cómodo? 80 es un absurdo, pero ¿con 90 estamos bien? ¿Habría que volver a 100 yenes por dólar?


A veces tenemos la tendencia a considerar el precio de la moneda como un reflejo de un montón de fundamentals que hacen a la fortaleza económica de un país, pero en el fondo es sólo un precio de mercado más. Es el precio que te debería equilibrar las cuentas externas. Como queda claro en este gráfico, Japón y Alemania generan un superávit de cuenta corriente de US$ 150 mil millones año tras año tras año. Uno puede ponerse a cantar loas a las industrias japonesas y alemanas que, con su excelsa competitividad generan esos flujos positivos anuales que nos llenan de agua la boca. Pero también puede tomarlo por el otro lado de la balanza: Japón y Alemania como máquinas gigantes de generar excedentes de capital y exportarlos al resto del mundo. La cuenta corriente entonces es el reflejo contable de esa realidad.


Lo que me lleva a la segunda parte de este post: ¿qué se hace con esos formidables excedentes de capital? Ya hace más de 10 años que los excedentes japoneses van por un tubito directamente al resto de Asia - principalmente a China. En los '90, empezaron con la onda de la "fragmentación": la idea que el Este de Asia puede ser un espacio productivo integrado, una plataforma exportadora. En la mente de los japoneses, el esquema funciona así: los aspectos clave de la producción (los de mayor valor agregado) quedan en Japón, y la manufactura y ensamblaje se reparten entre distintos países del Asia (China, Tailandia, Malasia, Taiwan, Corea, Vietnam, Indonesia, Filipinas, etc). El diseño, la tecnología, el capital y la marca son japonesas, y Japón se guarda la producción de partes sensibles (motores, por ejemplo). Todo lo demás es producido y ensamblado bajo inversión directa japonesa u OEM en distintas partes del Asia y re-exportado al resto del mundo.


Los primeros resultados de esa estrategia fueron formidables. En 1997, por ejemplo, la revista Time anunciaba en una nota de tapa que Sony iba a dominar el mundo. Pero allá por el año 2000 se produce un cambio: mientras las empresas japonesas se estaban llenando de plata gracias a las exportaciones a bajos costos, el consumidor japonés seguía pagando precios japoneses por bienes hechos en Japón. Y se viene la segunda gran ola, que los medios japoneses llamaron kudoka - el vaciamiento industrial japonés.


Kudoka es el nombre que se le da al proceso de desindustrialización de Japón. Es un proceso que se llevó a cabo de manera rápida: en 1999, cuando llegué a Japón, era difícil encontrar productos importados en las tiendas. Todo era made in Japan. Allá por 2004 el grueso del kudoka estaba concluído, y uno encontraba exactamente los mismos productos pero manufacturados en Asia. Un 25% más baratos que 5 años antes.


La prensa amarilla japonesa se agarró del tema del kudoka como garrapatas, y no había semana que uno no viera titulares diagnosticando las 7 plagas del apocalipsis. A esta altura, queridos lectores, ustedes se preguntarán qué corno tiene que ver el kudoka, el sudoku o el tsunami con los 80 yenes por dólar. Es una muy buena pregunta. Contestarla se me hace muy largo para hoy, así que al mejor estilo diletante berreta les dejo planteadas otras preguntas:


  • En un país con un desempleo que jamás ha superado el 6% y con un índice de precios inicial artificialmente inflado por una burbuja de activos, ¿es tan malo tener un proceso a largo plazo de deflación de un 2% anual? ¿O es mejor la alternativa latinoamericana de cambiar los precios de golpe, con una devaluación?
  • En una situación donde los jóvenes quieren ser diseñadores, científicos o artistas y aborrecen el trabajo en plantas industriales, ¿es mejor importar trabajadores o exportar el trabajo? Esta pregunta me la hizo el funcionario del Ministerio de Finanzas que estaba encargado de la crisis argentina, en el año 2002.
  • Lo que Cookie llama "nafta poblacional"... es un pensamiento medio siglo XIX, ¿no? O sea, ¿el éxito de una nación está dado por la cantidad de sus habitantes?
  • Japón tiene la misma población hoy que hace diez años, y tiene aproximadamente la misma densidad poblacional que la India o que Bélgica. Si la Argentina tuviera esa densidad, seríamos 930 millones de almas. Con esa población, ¿realmente querríamos más?
  • Esto es una proposición ad hoc, así que pido perdón por anticipado. Supongamos que la tasa de xenofobia en un país es una constante internacional, digamos, del 20%. Aguantar a 25 millones de japoneses y 8 millones de argentinos protestando que los chinos son sucios, que los bolivianos nos afanan la atención médica, que las enfermeras filipinas vienen a buscar machos, que la criminalidad es culpa del extranjero es insoportable. ¿Se imaginan si fueran 186 millones de argentinos con esa perorata? Yo pido asilo político a Groenlandia.
Pero siempre queda una pregunta final. Estos pibes, ¿realmente están en el horno con papitas?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

estimado
hay un par mas de cosas
a) lo realmente importante quedo en Japon, fijese que la produccion de autos se resintio afuera por la falta de chips etc que se hacian en Fukushima o por ahi, y, recuerde que del valor del auto, ya debe andar por el 30% la electronica.
b) quiera o no, la edad media se hace cada vez mayor, con lo cual tiene que planear servicios para gente mayor, los robots bailarines son el inicio de esa automatizacion.
c) Yo creo que son mas xenofobos que nosotros, pero solo de escuchar y leer que los retornados hijos de emigrados son de 2da clase, pero, eso no lo se, asi que no puedo afirmarlo

saluti

ayj

PS le arrugo al posible arroz con ingredientes eh, que mal

el de adentro dijo...

Ayj querido,

El envejecimiento de la poblacion es una realidad, y es una realidad que van a tener que enfrentar los japoneses antes que el resto del mundo, pero que también nos va a tocar a nosotros... Respecto al tema migratorio, una de las pocas categorías profesionales que los japoneses importan trabajadores es en el tema de enfermería y cuidado de los mayores. Es parte del TLC con Filipinas, por ejemplo.

Lo de la xenofobía, es imposible medir, así que asumí un 20% parejo para no tener que derrapar con comentarios ad hoc. Pero es muy posible que sean de hecho más xenófobos que nosotros...

Y lo del arroz al gargajo.... bueh, después lo sigo, je je je. Abrazo!!!!