Es un horror. Un escándalo. Es el acabóse, el dónde iremos a parar. La Nación reacciona con indignación a un nuevo intento de desideologizar el ISEN. Ahora dicen que La Cámpora está copando el Instituto. Es un grave problema con el nuevo KKK: Kicillof, Kirchner, Keynes. The KKK took my baby away. Para La Nación, la escuela de diplomáticos debe ser un instrumento ideológico para la difusión de enseñanzas neoclásicas, y cualquier intento de apertura a otras formas de pensamiento es una aberración que debe ser pasada por la guillotina.
La necesidad de que los futuros diplomáticos y diplomáticas de la Argentina escuchen a todas las voces todas estuvo presente a lo largo de la larga charla que tuve con Piñeiro Iñíguez, y que resultó en este post y su continuación. Y por suerte es una decisión tomada y en ejecución que no depende del espíritu de censura que surge del artículo de La Nación. Como queda claro del Plan de Estudios 2011, la materia troncal de "Economía Internacional" sigue siendo dictada por Felipe de la Balze y Diana Tussie, y lo que se hizo fue agregar un seminario sobre introducción al pensamiento de Keynes y a corrientes heterodoxas de pensamiento dictado por (horror) Kicillof. La Nación comenta que
Según confiaron cuatro fuentes calificadas de la Cancillería a LA NACION, la presencia de referentes de La Cámpora no cayó del todo bien entre los diplomáticos y alumnos. De hecho, hubo quejas formales que se trasladaron al ISEN desde el Palacio San Martín.
Entre los más de 1000 diplomáticos argentinos, no es del todo improbable que cuatro hayan dicho que les cayó mal que referentes de La Cámpora dicten un seminario o una charla en el Instituto. Estoy seguro que si me pongo a rascar, encuentro a cuatro fuentes a las que les molesten casi cualquier cosa del programa. Incluso es probable que encuentre a cuatro fuentes (entre las cuales no me incluyo) a las que les moleste que en el mismo seminario en el cual dio su charla Cabandié también haya sido invitada Victoria Donda, opositora al gobierno nacional.
De mi parte puedo decir que hace muchos años creo en la importancia de terminar con el extremismo ideológico neo-liberal en el ISEN y abrir el juego a todas las formas de pensamiento. Pero bueno, la verdad es que las pelotudeces que escribe La Nación me preocupan muy poco, porque afortunadamente la actual conducción del ISEN no está en manos de un aparato radicalizado y con ideas contrarias a la libertad de expresión, como parece ser el caso del diario conservador.
Pero hay algo que me preocupa un poco más, y es esa supuesta carta del APSEN (el sindicato de diplomáticos) que menciona La Nación. Dice la nota que la comunicación del APSEN plantea objeciones a la incorporación de Kicillof y Cabandié. Yo no soy afiliado al APSEN, por lo que no recibí la comunicación. Por un lado, una carta de ese tenor me parece fuera de lugar y no termino de creer que el APSEN esté meando a tantos metros del tarro. Aunque es justamente por cierta percepción de que el APSEN tiene una tendencia natural a mear fuera del tarro que no estoy afiliado. Es un dilema difícil de solucionar: ¿desconfío más de La Nación o del APSEN?
Y es por eso que, por primera vez en mi vida, estoy pensando en escribir una carta de lectores al diario fundado por Bartolomé Mitre. Quiero que sea una misiva positiva, con algunas ideas sobre como avanzar con la modernización del proceso de selección y formación de diplomáticos. Adelanto algunas:
- Volver al cupo femenino. Es una ofensa al tradicional machismo de la sociedad argentina que hoy en día ingresen tantas mujeres como hombres, y una solución es volver al cupo del 30%. Las minas después tienen todo tipo de problemas en la carrera porque no consiguen maridos, y terminan amargas y jodidas. ¿Por qué someterlas a esa vejación?
- Eliminar los exámenes de ingreso en el interior: es una realidad que, desde que los exámenes se toman también en el interior del país, ha ingresado al Instituto (y por ende a la Cancillería) una generación de diplomáticos con acentos raros y poco roce en el mundo. Muchos de ellos incluso tienen un tono de piel un poco más oscuro que el promedio nacional, y no queremos que los de afuera piensen que la Argentina es un país de negros. Hay que encarar ese problema de frente, y sin miedo.
- Hay cada rasca en la Cancillería actual. Una forma de controlar un poco el aluvión zoólogico es exigir títulos de propiedad a todos los que quieren ser diplomáticos argentinos. Los pobres no representan bien al país, porque no tienen ni buena ropa ni buenos modales.
- La Cancillería viene en picada desde que se dejó de filtrar a judíos. Ojo, no tengo nada contra los judíos, y hasta tengo amigos y parientes judíos, pero una cosa es el interés personal y otra cosa es el interés nacional. Por privilegiar el primero, se han tomado decisiones egoístas y se ha vulnerado el segundo. Creo que es muy claro lo que hay que hacer, por lo que ni siquiera me voy a gastar explicando.
- Es sabido por todos que la época de oro de la Argentina fueron los años dorados entre 1870 y 1913, el granero del mundo, la perla de América del Sur. Esta obsesión en hablar de los '70, los '80 y los '90 es una clara muestra del resentimiento que invade a nuestras autoridades. Hay que dejar ese pasado en paz, y elaborar un plan de estudios para el ISEN que nos permita estudiar a fondo ese medio siglo de prosperidad que tuvimos. De esa forma, quizá hasta logremos revertir la Ley Sáenz Peña y volver a las épocas de oro.
- ¿Qué es esto de incluir seminarios sobre la historia del radicalismo y del peronismo? Los lectores de La Nación sabemos muy bien que el pueblo argentino, compuesto de pobres ignorantes, no está preparado para la democracia. No hay que adoctrinar a los futuros diplomáticos en esas ideas pejigueras de democracia, derechos humanos, libertad de expresión, que tanto daño han hecho al país.
- Finalmente queda el tema de los apellidos. Cualquiera que vea un listado actual de ingresantes al ISEN se encuentra con apellidos italianos, polacos, ucranianos, libaneses o wichi. Y otros que uno ni se imagina de dónde vienen. Es gente que llegó hace poco al país, y que por esa razón no tiene un verdadero compromiso con la Argentina. Sería conveniente excluir a todo aquel que no pueda probar que desciende de los héroes de la Campaña del Desierto. Los apellidos exóticos son además complicados de pronunciar.
No creo que sea necesario implementar todas esas medidas juntas, quizá convenga un enfoque gradual. Ir trabajando de a poco, para limpiar de una vez por todas a nuestra querida Cancillería de todos los elementos indeseables que se han ido incorporando desde el año 1983. La Patria nos lo pide a gritos, y a la Patria hay que escucharla cuando grita.