viernes, 1 de febrero de 2013

Un estereotipo

Cuando una particular serie de eventos sin encadenamiento lógico desembocó en un vuelo de South African que me trajo, feliz de la vida, a pasar una temporada en Luanda, yo no tenía conocimientos profundos de Angola. Sabía más o menos su ubicación, que había sido colonia portuguesa y que después de su independencia habían estado en guerra civil durante casi toda mi vida. Gracias a esta canción de Chico Buarque, hace muchos años descubrí el MPLA y la galinha à cabidela.

El año pasado, con la visita de la Presidenta, la misión de Moreno y el Canciller, es como que Angola estuvo en el radar. De un momento al otro, para algunos medios de comunicación Angola pasó de ser un mercado prometedor para las empresas argentinas a ser una pérdida de tiempo. Se escribió mucho sobre Angola. La verdad es que para un argentino, es un destino exótico. Todo el continente africano es para nosotros una entelequia, en la doble acepción del término: por un lado, es una "cosa irreal", algo que nos cuesta incluso imaginar. Por otro lado, en el sentido aristotélico de "potencialidad", el concepto de "Africa" es muy utilizado por ciertos analistas para representar un conjunto de cosas malas que nos pasan como nación. Como una especie de cuco para adultos, se nos dice que mientras el resto de Latinoamérica encara un proceso de desarrollo, nosotros estamos en un proceso de "africanización".

No se muy bien si esto es una entelequia o una sinécdoque, en el cual se usa "Africa" como sinónimo de pobreza y subdesarrollo. Lo que sí me queda bastante claro es que cuando Morales Solá hablaba de "miseria africana" en el Tucumán del 2002, o cuando Rosendo Fraga hablaba de la africanización de la Argentina en 2003, o Clarín hablaba de proyectos gubernamentales para africanizar el país en 2009, y cuando Fernando Iglesias usó el mismo término hace dos semanas, es evidente que no están hablando de un continente, sino de un estereotipo. Y también es evidente que estas "comparaciones" se basan en una ignorancia profunda sobre África.

En el mismo año de 2002 y como réplica a la columna de Morales Solá, el diario La Nación publicaba una columna de Omar Evequoz (identificado como "cónsul de Mozambique") sobre los peligros de usar estas comparaciones simplistas entre realidades tan distintas. Titulado "Africa como un lugar común", Evequoz da en la tecla al identificar la carga ideológica de estas comparaciones periodísticas, y la simplificación que implica reducir cientos de realidades en dos palabras: miseria africana. La conclusión de Evequoz es que "la miseria en la Argentina es tan absurda como políticamente motivada, fruto de una historia de ocultamientos y desigualdades":

Mas bien convendría empezar por comprender cómo nos construimos a nosotros mismos. Probablemente esta percepción de la propia sociedad también se asiente en aquel mecanismo esencial: el de una Argentina europea que parece haber descubierto en diciembre de 2001 las bases de su propia miseria. Definitivamente, la miseria argentina existe desde hace tiempo y bajo múltiples formas. Y no es necesario compararla con Africa para entender su historia.

Quizá exista una tendencia a utilizar la experiencia colonial de la que surjen los Estados Nación en Latinoamérica y en Africa como un ecualizador de nuestras historias. Pero eso implica ignorar los distintos contextos históricos, las distintas realidades en las que se llevó a cabo la experiencia imperial en los dos continentes. Quizá esté hilando muy fino, y los analistas o perioditsas que usan el vocablo "africanización" como una advertencia no ameriten que uno gaste tiempo tratando de refutarlos.

Pero bueno, esto viene a que si me voy a poner a escribir sobre Angola, lo primero que puedo decir es que Angola no es un estereotipo o una fábula con su moraleja. Angola es un país.

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