Antes de empezar con este post intimista, ya de vuelta a la paz y la tranquilidad de mi hogar en Baires, una confesión: después de todas las puteadas, terminé medio enamorado de esa ciudad. Mi hermana me dice ciclotímico, y puede que haya algo de eso. Después de Hannover, me quedé el viernes a cerrar cuentas y terminar de atar cabos. Sin presión, y sin mucho laburo, es como que pude ver la ciudad con otros ojos.
Este es un tema que mencioné en un comentario a este post, pero todos me dijeron que Merlín no es Alemania. Que en Merlín no se labura, que los alemanes vienen a putanear y emborracharse y drogarse y bailar como si el mundo fuera a terminar mañana. Creo que por eso me dió tanta bronca tener tanto laburo... yo también quise ser parte de esa joda, y durante un mes la pude pispear de la ventana de afuera. On the outside, looking in.
Tampoco me voy a venir a hacer el santo, el que nada que ver, yo en Merlín solo laburé. No me voy a pasar un mes en la ciudad más cool de Europa continental sin explorar un poco. Me recorrí un poco de Berlín Oriental, anduve por Kreuzberg, compré vinilos que después no sabía como meter en la valija en Rotation y Spacehall. Con Fede caminamos Alexanderplatz hasta conocerla mejor que Fassbinder, probé todas las cervezas que pude y varias veces me vi bajando del subte en la estación Rosa Luxemburgo. En un par de sucuchos por Nollendorfplatz, sentí los fantasmas de Bowie, Iggy Pop y Lou Reed.
Pero no me le animé a Berghain hasta la noche del viernes. Un poco porque sabía que era un viaje de ida: si hubiera entrado a la catedral del techno, la misión se me hubiera ido de las manos olímpicamente. Me hubieran tenido que ir a sacar con una grúa de ahí adentro. No me pueden acusar de improvisado: me pasé cuatro semanas planificando esa noche. Y un poco me arrepiento de no haber ido antes, porque la verdad es que no hay palabras para describirlo. Por eso no voy a tratar, y sigo hablando de temas variopintos.
Hoy me doy cuenta que Merlín es mucho más que el Berghain o las cuatro semanas de laburo sin parar que tuvimos. Lo que más me quedó, y lo que me enamoró, es ese das kilomben que logran armar sin que se les vaya de las manos. Los autos estacionados arriba de cualquier vereda, los subtes andando las 24 horas del fin de semana, llenos de alemanes chupando, fumando y peleándose, la gente que te empuja y no te pide perdón, los tacheros que no usan cinturón de seguridad, caca de perro en todas las veredas, los barrabravas cagándose a trompadas antes del partido Alemania-Turquía, y esa desidia absoluta por los carteles de prohibido fumar. Como debería ser cualquier país civilizado.
Gloria de glorias, el sábado una marcha paralizó la ciudad y casi me pierdo el vuelo. No entendí bien porqué marchaban, pero me encantó que se cagaran en mi derecho a transitar libremente. Y, un poco Berlín me enamoró por esas cosas tan parecidas a Buenos Aires. Pero con mejor seguridad social, mejores sueldos, cero flexibilidad laboral y licencia médica de 15 días por stress. Vamos, Huguito, que todavía podemos construir una Alemania en este gran país.
lunes, 11 de octubre de 2010
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6 comentarios:
Muy bueno ese final! Ahi está la verdá de la milanesa.
Je je je, lo escribí pensando en vos!
Me está empezando a molestar bastante la facilidad de otros blogueros para escribir buenos posts...
Muy buen post y blog.
Saludos
Juan
Es impresionante el tipo, ¿no, Comandante Cansado?
Uhhhh, con munición tan pesada me sonrojo............
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