La misión que les quiero relatar ocurrió en 1814. Muchos de los hechos están envueltos en la nebulosa de la historia. Pero de lo que puedo rescatar, la cosa ocurrió más o menos así: había en la Buenos Aires de esa época una superpoblación de próceres, hombres que después se transformarían en avenidas. Todos tenían sus ideas sobre qué había que hacer para terminar con el quilombo imperante, pero resultaba imposible conciliar las ideas de tantos próceres en programas de gobierno viables.
Rivadavia, por ejemplo, era particularmente quilombero. Hiperactivo, cada dos por tres lo mandaban en misión diplomática a negociarse algo en Europa. Le venía bárbaro, porque era un muchacho aventurero, y siempre parecía tener asuntos personales para tratar en Londres. Belgrano no era tan quilombero, pero no le había ido tan bien como militar y estaba con unos problemitas de salud. Quizá se pensó que una misión negociadora le levantaría los ánimos, no sé cómo se manejaban estos temas en esa época cuando no existían los libros de auto-ayuda y el coaching.
El día 18 de diciembre de 1814, Rivadavia y Belgrano partieron juntos hacia... bueno, no se sabe muy bien hacia donde. Seguro pasaban por Río en primer lugar, donde se entrevistarían con el omnipresente Lord Strangford para discutir los objetivos de la misión. Las instrucciones. Que eran medio confusas. Partían de la Asamblea Constituyente y del Supremo Posadas. Básicamente, consistían en presentarse ante el Rey Fernando VII, felicitarlo por la vuelta al trono y ver qué onda. No tenían mandato para declarar la independencia, pero podrían negociar algo con el Rey, a ratificación de Buenos Aires.
No se sabe muy bien la razón, pero antes de ir a Madrid tenían que pasar por Londres. Quizá un temita personal de Rivadavia. Ah, me olvidaba. Rivadavia tenía además unas instrucciones secretas, no se sabe bien de quién, que Belgrano supuestamente no conocía. Esas instrucciones secretas incluían negociar preferentemente con Londres lo que quizá sería una monarquía constitucional en el Río de la Plata, con un príncipe inglés o español.
Tampoco se entiende bien la razón, pero nuestros próceres se demoraron en Río. Probablemente excitados por la proximidad del carnaval carioca. A todo eso, las circunstancias en la capital cambiaron. Posadas fue derribado, y asumió su sobrino Carlos María de Alvear. Una de sus primeras medidas de gobierno fue justamente enviar las cartitas esas que mencioné en el post anterior, a través de Manuel José García, ofreciendo la sumisión a Inglaterra. Pero ante la posibilidad de que García se encontrara con Rivadavia y Belgrano, se determinó que su misión fuera secreta. Y, habrá tenido temor a la reacción de los próceres ante el contenido de las cartas...
Ahora bien, llegando García a Río de Janeiro, se entrevistó con Lord Strangford. El inglés, al leer las cartas esas, parece que le dijo algo como "no, m'hijito, yo no puedo recibir esto". Y le dictó una nueva carta, que suavizaba los términos: en lugar de ofrecer a la Argentina a Gran Bretaña, se limitaba a solicitar una vez más la mediación de ese país en el conflicto con España. Aprovechando la presencia de nuestros próceres en Río, García entregó a Rivadavia las cartas para que las llevara a Londres. Y partieron, Rivadavia y Belgrano, hacia Europa.
En este punto, quiero hablar un rato de Manuel de Sarratea. Su curriculum es impresionante: miembro del primer Triunvirato, comandante de las fuerzas contra Artigas, múltiple Embajador, Canciller de Pueyrredón, Gobernador de Buenos Aires. Pero si uno empieza a rascar un poco, nada le terminaba de salir bien. Como un Carlos Ruckauf de su época.
Resulta que este Sarratea estaba, desde un tiempo antes, en misión diplomática en Europa. Parece que su objetivo inicial habría sido tomar contacto con Fernando VII y ofrecerle la sumisión de las Provincias Unidas a la corona española a cambio de autonomía. No sin antes pasar por Río y obtener la bendición de Lord Stronghold. Pero no le fue bien, fue tratado como rebelde y expulsado de España, y terminó con la misión de hablar con Carlos IV (padre de Fernando VII), exiliado en Italia, para ofrecerle la corona de las Provincias Unidas a su hijo Francisco de Paula (hermano del Rey).
Así que bueno, Sarratea tenía que ir a Italia pero estaba en Londres, y cuando Rivadavia y Belgrano, que tenían que ir a España, llegaron a Londres, los esperaba con la noticia que Napoleón había vuelto al poder en Francia. Y eso les cambiaba todo. Como en Londres no los recibía ni el loro, tenían mucho tiempo libre para confabular y especular. Menos Rivadavia, que además tenías unos menesteres privados que atender.
Al principio todo era un mar de rosas, y los tres se embarcaron en el proyecto de coronar a Francisco de Paula. Pero después Napoleón tuvo su Waterloo, y los planes de nuestros próceres se fueron al carajo. Cuando Francisco se echó para atrás, armaron un plan para secuestrarlo y coronarlo a la fuerza en Buenos Aires. Y ahí empezó el puterío. Belgrano gritaba que todo era un delirio, que estaban al pedo en Londres y esto es un escándalo. Sarratea meneaba sus rubios rulos y hacía boquitas, "tenemos que encontrar una cabeza que coronar". Rivadavia atendía sus negocios y de cuando en cuando se juntaba a tomar algo y conspirar.
Belgrano se hartó y se volvió a Buenos Aires. Rivadavia se cansó del pajerío y a principios de 1816 se fue a negociar a Madrid con Pedro Cevallos Guerra, Secretario de Estado de Fernando VII. Sarratea, que ya intuía que no sería avenida, decidió aprovechar y quedarse una temporada más en misión diplomática en Londres. Como no tenía nada que hacer, se dedicaba a escribir cartas contra Rivadavia. A España, avisando que era un traidor y que no servía de nada negociar con un cuatro de copas, y a Buenos Aires alertando que era un impostor que terminaría rifando la Patria en España.
A Rivadavia lo terminaron expulsando de España en julio de 1816. Pero nuestro prócer siguió en misión en Europa cuatro años más, buscando cabezas coronadas del continente para ofrecerles un trono inexistente, atendiendo sus maxikioskos en Londres y traduciendo obras filosóficas al español. Después volvió y fue Bernardino Rivadavia.
Este post en realidad tenía un objetivo político: mostrar que esa misión sería el verdadero origen de todo el puterío en la cancillería actual. Pero cuando me puse a leer distintas fuentes, me di cuenta que como origen del puterío esa misión fue un big bang. Por eso son próceres: nada que uno pueda hacer en vida se puede parecer ni siquiera remotamente. Al lado de estos buenos muchachos, somos carmelitas descalzas. Me rindo, say no more.
6 comentarios:
Me asombra la logistica de toda la cuestión. Los primeros 10 años hasta la batalla de Cepeda son famosos por lo enquilombados (y ni hablar de los siguientes 190), pero mientras los gobiernos y proyectos se sucedian en Bs As a velocidad fugaz, las cosas no podian ser tan rapidas de comunicar y cambiar para unos tipos a 12000 km de distancia, sin cables, ni telegrafo, ni nada. Todo cambiaba rapido en Bs As, pero los tiempos son mas largos para las misiones, no se como harian para organizarse.
Yo creo que compensaban la falta de comunicación con objetivos muy amplios y ya de por si inalcanzables del tipo: "Tratá de conseguir la bendición de España y de Inglaterra, y de Francia y del Imperio Austríaco y en lo posible no te pelees con nadie". Queda de manifiesto en el relato la inagotable capacidad de nuestros próceres para darse vuelta sobre la marcha, una y otra vez. Muy buenos posts.
todavia em estoy riendo, felicitaciones
ahora, ud no lo quiere mucho a Rivadavia no?
Bueno, no se haga problemas, parece que el mulato (apodo de la epoca) no era de lo mejor, Baring mediante
ayj
Marpla: y además lo cambios en Europa. Que Napoleón, que Fernando, etc etc. Por eso nuestros próceres hacían lo que podían. Y en Buenos Aires no se sabía bien si queríamos ser una república, una monarquía constitucional, una colonia inglesa, o un cocoliche.
Mazinger: 'chas gracias. Es verdad, las instrucciones eran muy generales y todo quedaba a ratificación del gobierno de Buenos Aires (sea cual fuera ese gobierno). Pero lo mismo pasaba en Europa: un día era Napoleón, otro día era otro, entonces entre viaje y viaje todo cambiaba.
Ayj: gracias, me alegro que le haya gustado. Pobre Rivadavia, quedó muy crítico el post... en realidad, yo creo que la idea que tenemos de Rivadavia como más corrupto que los demás es por la bronca que le tenía Canning, y difundía en wikileaks los chanchullos de Bernardino. Pero en el fondo, buena parte de la razón del odio de Canning se debe a que Rivadavia siempre consultaba a los franceses antes de cerrar algo con los ingleses, y eso lo hacía "poco confiable" para los mercados.
debo confesar que por un instante me senti al lado de felipe pigna en "algo habran Hecho"...
lo interesante de todo el relato, es que mas alla de clarificar los inicios del puterio en cancilleria, nos demuestra el desarrollo ciclico de la historia, ya que no encuentro muchas diferencias entre las misiones de Moreno, Belgrano, o Rivadavia para sacarselos de encima, con algunas de las designaciones actuales (excepto las diferencias burocraticas de notificaciones, contranotificaciones y recontramemos).
Bueno seria pensar en la posibilidad de reformular ciertas cuestiones que no hacen mas que enquilombar el ambiente de la casa, o sera que esto hace a la esencia misma de nuestra diplomacia??
en fin, buscare respuestas siguiendo en twitter al Garcia de turno...
Facha: además de los procedimientos administrativos, cambian un poco las instrucciones. Digo, en el siglo XIX nuestros próceres iban con la instrucción de encontrar una cabeza coronada para un trono inexistente, y tenían la libertad incluso de considerar secuestrar a una de esas cabezas para traerla a Buenos Aires y coronarla a la fuerza. Ya no se ven más esos valores....
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