Yo mantengo mi opinión: que la Ronda está muerta. Y como buen ateo, no creo en la reencarnación ni en la resurrección. Pero hay algo interesante en la nota del Economist:
The authors do, though, admit that there are growing gaps “between 20th-century trade governance and 21st-century trade”. A case in point is the growth and rising complexity of global supply chains, which means that today’s protectionists are more likely to resort to targeted rules rather than tariffs; this makes trade negotiators’ traditional goal of tariff-killing less relevant. But abandoning the present negotiations in favour of an entirely new round of talks with a more up-to-date agenda, as some have advocated, has even less chance of getting anywhere than the Doha effort.
Creo que ahí está el punto. Imposibilitados de avanzar una agenda comercial del siglo XXI, los principales actores del escenario internacional tendrían que decidir que un acuerdo malo es mejor que el no-acuerdo. Y ahí es donde yo disiento.
Además del ejemplo del Economist sobre la creciente irrelevancia de los aranceles como mecanismo de protección, que fue mencionado en mis posts anteriores, quiero agregar la incongruencia de mantener una infraestructura del siglo XX para enfrentar las cuestiones aduaneras actuales. Algunas de las discusiones más técnicas que se dan en el ámbito de la OMC, como valoración aduanera, y algunas de las más estériles, como normas de origen, son sobre temas aduaneros. En el caso de este último, por ejemplo, los países vienen dando vuelta sobre el mismo tema hace más de 20 años; se estima que han concluído un 55% del laburo...
Y los miembros de la OMC seguimos discutiendo en términos pre-informáticos. Las Aduanas son un tema sensible en todos los países, y los aduaneros son uno de los ghettos más cerrados que conozco. Plantear una integración de las aduanas del mundo es casi tan imposible como plantear, por ejemplo, un ejército mundial. Pero no me parece absurdo plantear un sistema informático que, manteniendo la información sensible en manos estrictamentes nacionales, permita vincular cada operación de exportación a su importación en otro país.
Muchos de los problemas que enfrentan los aduaneros en la actualidad (contrabando, subfacturación, triangulaciones, etc) serían resueltos o mitigados si la aduana de importación fuera advertida de antemano de cada operación por su contraparte del país de exportación. En la actualidad, cada venta externa implica una operación en el país de salida, un período en el cual la mercadería está en el limbo, y una segunda operación independiente en el país de entrada.
Probablemente lo que yo digo no sea original. Existe un comité en la OMC de Facilitación del Comercio, y es posible que en ese comité alguien haya propuesto algo similar, son cientos de propuestas, uno no puede leer todo. Pero hay cosas muy valiosas, y me parece que ese tipo de propuestas que realmente tengan un impacto en la facilidad y la rapidez con la que uno hace un trámite de comercio exterior son más importantes que una fórmula suiza para bienes industriales.
Pero bueno, entiendo también que es más fácil aplicar una fórmula mágica para liberalizar el comercio. Una mayor integración de las aduanas para facilitar cada operación implica luchar contra las mafias enquistadas en aduanas de distintos países, implica encontrar soluciones imaginativas (y no mágicas) y también reduce la posibilidad de usar temas aduaneros con fines proteccionistas (y en eso los argentinos somos nenes de pecho frente a otros países...). Sin necesidad de renunciar a elementos válidos de protección, como las licencias o las cuestiones sanitarias.
Creo que es más importante ir planteando los temas de infraestructura del comercio para el siglo XXI, por más utópicos que suenen por el momento, y avanzar en medidas prácticas que permitan aumentar el comercio sin afectar las políticas industriales de los países en desarrollo. Sino, es seguir enfrascados en discusiones sobre un acuerdo que nadie quiere.
Además del ejemplo del Economist sobre la creciente irrelevancia de los aranceles como mecanismo de protección, que fue mencionado en mis posts anteriores, quiero agregar la incongruencia de mantener una infraestructura del siglo XX para enfrentar las cuestiones aduaneras actuales. Algunas de las discusiones más técnicas que se dan en el ámbito de la OMC, como valoración aduanera, y algunas de las más estériles, como normas de origen, son sobre temas aduaneros. En el caso de este último, por ejemplo, los países vienen dando vuelta sobre el mismo tema hace más de 20 años; se estima que han concluído un 55% del laburo...
Y los miembros de la OMC seguimos discutiendo en términos pre-informáticos. Las Aduanas son un tema sensible en todos los países, y los aduaneros son uno de los ghettos más cerrados que conozco. Plantear una integración de las aduanas del mundo es casi tan imposible como plantear, por ejemplo, un ejército mundial. Pero no me parece absurdo plantear un sistema informático que, manteniendo la información sensible en manos estrictamentes nacionales, permita vincular cada operación de exportación a su importación en otro país.
Muchos de los problemas que enfrentan los aduaneros en la actualidad (contrabando, subfacturación, triangulaciones, etc) serían resueltos o mitigados si la aduana de importación fuera advertida de antemano de cada operación por su contraparte del país de exportación. En la actualidad, cada venta externa implica una operación en el país de salida, un período en el cual la mercadería está en el limbo, y una segunda operación independiente en el país de entrada.
Probablemente lo que yo digo no sea original. Existe un comité en la OMC de Facilitación del Comercio, y es posible que en ese comité alguien haya propuesto algo similar, son cientos de propuestas, uno no puede leer todo. Pero hay cosas muy valiosas, y me parece que ese tipo de propuestas que realmente tengan un impacto en la facilidad y la rapidez con la que uno hace un trámite de comercio exterior son más importantes que una fórmula suiza para bienes industriales.
Pero bueno, entiendo también que es más fácil aplicar una fórmula mágica para liberalizar el comercio. Una mayor integración de las aduanas para facilitar cada operación implica luchar contra las mafias enquistadas en aduanas de distintos países, implica encontrar soluciones imaginativas (y no mágicas) y también reduce la posibilidad de usar temas aduaneros con fines proteccionistas (y en eso los argentinos somos nenes de pecho frente a otros países...). Sin necesidad de renunciar a elementos válidos de protección, como las licencias o las cuestiones sanitarias.
Creo que es más importante ir planteando los temas de infraestructura del comercio para el siglo XXI, por más utópicos que suenen por el momento, y avanzar en medidas prácticas que permitan aumentar el comercio sin afectar las políticas industriales de los países en desarrollo. Sino, es seguir enfrascados en discusiones sobre un acuerdo que nadie quiere.
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