El otro día un compañero de facultad me mandó este artículo, que consiste en la siguiente crítica a la política exterior brasileña:
Não se põe em dúvida o objetivo definido pela política externa brasileira de tornar o Brasil protagonista mundial em temas como segurança e paz, ajuda humanitária e, com um pouco de otimismo, governança global e integração regional. Mas será possível atingir esse protagonismo com uma política comercial nanica (enana)? A meu ver, não.
Y el contraste entre ambas políticas externas en la década que termina es interesante. De cierta forma, consideraciones de alta política (la búsqueda por el asiento permanente en el consejo de seguridad) subordinaron a todo el resto de la política externa brasileña. El caso argentino es opuesto, porque el único interés político que se persiguió de forma consistente fue la defensa irrestricta de la institucionalidad en la región, y derechos humanos de manera general (con los claroscuros del doble estándar aplicado). En ese contexto, quizá en ausencia de objetivos políticos claramente definidos y por la misma necesidad de salir de la crisis del 2001, el interés nacional fue entendido en términos económicos y comerciales.
Un buen ejemplo de ese contraste son las negociaciones de la OMC. El interés argentino en Doha siempre fue entendido como la necesidad de calibrar las negociaciones en agricultura y en industriales para obtener un resultado equilibrado que tomara en cuenta además el atraso relativo histórico en las negociaciones agrícolas. Más allá que la Ronda estuviera condenada desde antes de 2006, la posición argentina fue coherente hasta el final - incluso pagando el costo que se dijera que "la Argentina habría pateado el tablero". ¿Y Brasil? Según el mismo Nassar:
E as recentes afirmações enaltecendo a criação do G-20 da OMC como estratégia de mudança na relação de poder nas negociações comerciais multilaterais jogaram uma pá de cal na esperança de quem, como eu, ainda acreditava que havia alguma motivação comercial nas ações da diplomacia na Rodada Doha.
Y quiero que conste que no necesariamente estoy en contra de los objetivos políticos, mientras estén claramente definidos. Como en el caso de Brasil. Pero tampoco puedo dejar de reconocer que cualquier objetivo político factible para la Argentina es necesariamente más light, y quizá no requiera pagar un costo comercial.
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