Prometí revelar mi lado romántico, y aquí va. No se asusten…
Cuando pienso en autarquía, no pienso en el peinado de Kim Jong Il o en las cosas tremendas que ocurrieron en Kosovo. Me van a acusar de tendencioso, pero para mí autarquía en serio, lo que se dice una autarquía posta posta, fueron los 220 años de sakoku. Entrada y salida del país penadas de muerte. Comercio autorizado en 4 puertos con 5 naciones, severas restricciones a la exportación de recursos naturales. Férreo control estatal sobre la traducción y publicación de material del afuera.
El racional del sakoku no tuvo mucho que ver con el bienestar de la población u otras boludeces de las que se ocupan los economistas, sino que se explica principalmente por razones políticas: la inestabilidad del incipiente shogunato (el primer shogun Tokugawa, Ieyasu, asume en 1603, y su nieto y tercer shogun, Iemitsu, establece las restricciones marítimas a partir de 1633). Iemitsu se preocupaba por un lado por lo que percibía como influencia desestabilizadora del cristianismo en el sur del país, y por otro lado tras la unificación del país bajo los Tokugawa, se sentía fortalecido y pretendió liberarse del sistema de jerarquías vigente en el Este de Asia, por el cual Japón era nación tributaria de China.
En Keio, tomé un curso de Historia Económica Japonesa, dentro de mis créditos libres. Y si hay algo que me quedó claro de ese curso es que si no hubieran sido las políticas económicas y sociales del bakufu, Japón hoy sería Filipinas.
La Pax Tokugawa consistió en una reunificación de Japón que dura hasta nuestros días. En Occidente, se lo conoce como el período feudal japonés por la descentralización del poder en los daimyos (señores feudales), y las relaciones tributarias. Pero el gobierno del shogunato, el bakufu, era más que eso, porque Japón ya era un Estado Nacional como podrían ser España o Inglaterra en esa misma época (no así Alemania) y el Shogun (Generalísimo) cumplía las funciones de monarca absoluto. Aunque el shogunato era hereditario, Japón mantenía un Emperador y su corte en la ciudad de Kyoto, sin ningún tipo de poder real excepto el rol Constitucional y simbólico de nombrar al shogun.
Después del baño de sangre de los primeros 50 años, el bakufu pasó a ser, por 200 años, un ejemplo de estabilidad política y paz interna. El bakufu es una mezcla de feudalismo y absolutismo, un sistema a dos niveles. La administración de los asuntos del Estado (tributación, obras públicas, seguridad interior) queda a cargo de cada daimyo en su territorio (han). En Edo, actual Tokio, sede del shogunato, estaba solamente la administración del principal daimyo, el del shogun, quien mantenía una burocracia paralela para las cuestiones de Estado. Cada daimyo estaba obligado a mantener un “Consulado” en Edo, en los terrenos del Castillo Tokugawa, donde la familia del daimyo residía, “huéspedes” del shogun. Ante la menor señal de rebeldía, o desconfianza en la recaudación de tributos, los “huéspedes” eran sumariamente pasados por el cuchillo, y se repartía nuevamente el territorio.
Fueron siglos de mucha inversión y desarrollo económico para las islas. Los japoneses son un pueblo fanático de contar y registrar todo, y sus estadísticas son muy completas y bastante confiables. Como las nuestras (chiste, je je je). En mis clases de historia económica japonesa me asombró ver el detalle de los datos sobre incremento en la producción de arroz, superficie de cultivo, productividad de la tierra, transporte de mercancías. Las inversiones en infraestructura (canalización de ríos, rutas, pasos en montañas) permitieron que los Tokugawa manejaran un país integrado en un sentido que muchas naciones sólo lograron en el siglo XX.
En las películas, uno ve al samurai guerrero, pero ese retrato se limita a un período histórico determinado y corto en el tiempo: 1600-1650. A partir de entonces, y hasta la disolución de la casta de los samurai en la Restauración Meiji, los samurai fueron esencialmente funcionarios públicos. Como nosotros. Contadores, jueces, ingenieros, agrónomos y diplomáticos. Bah, semi-diplomáticos. Recuerden que estamos hablando de una autarquía, entonces las “relaciones exteriores” se llevaban a cabo entre daimyos – aunque estaban prohibidos de formar alianzas o de mover tropas fuera de su propia frontera. En una administración altamente burocratizada y codificada, basada en los precedentes y la realización de tareas de rutina, uno ya encuentra en 1700 una modernización y profesionalización de la administración pública que muy pocos países podían exhibir en la época (creo que ninguno fuera de Europa).
El sistema educacional es un buen ejemplo: entre 1600 y 1800 se establecieron en todo el país aproximadamente 11,000 “escuelas de templo”, para enseñar a niños y niñas de las castas inferiores lectura y aritmética básicas, modales, civismo. Además, estaban las academias privadas, y las hanko, mezcla de Academia Militar y Universidad daimyo, donde estudiaban los samurai. Pero uno de los aspectos más destacables de la administración del bakufu, en mi opinión, es la seguridad alimentaria. No son islas tranquilas. Terremotos, volcanes, tsunamis, tifones, bombas nucleares, godzilla. You name it. El bakufu registra 154 situaciones de crisis alimentarias, de las cuales ninguna alcanzó proporciones nacionales, y ninguna representó más 100.000 muertes en una población de 30 millones aprox. La situación comparable en la Europa continental o Asia contemporáneas es mucho más lamentable, con hambrunas que diezmaban periódicamente a millones en Francia, Italia, Irlanda, Finlandia, Rusia, etc.
A esta altura, algunos se preguntarán qué tiene de romántica esa combinación de truculencia y eficiencia administrativa que describí hasta ahora. Pero bueno, el bakufu es mucho más que un sistema político: es el fin de más de 100 años de guerra. El bakufu es también un daimyo como Date Masamune, que fundó la ciudad de Sendai y a principios del XVII construyó un barco, lo bautizó “San Juan Bautista” y envió una Embajada de 180 personas a establecer relaciones con el Vaticano. Dicen que una de sus máscaras de guerra inspiró a Lucas en la creación de Darth Vader. El bakufu es Toshinaga Maeda, el daimyo que renunció a tener un ejército (como Costa Rica) y se dedicó a patinar su guita invirtiendo en las artes e importando artesanos de todas partes de Japón, construyendo jardines, palacios y transformando a su ciudad, Kanazawa, en un centro comercial de artículos de lujo en su época. No por nada ahí se ubica uno de los museos más increíbles del mundo, el Museo de Arte Contemporáneo del Siglo XXI, con la pileta de Leandro Erlich en el centro, y pegado al Jardín de los Seis Atributos, Kenroku-en, uno de los Tres Grandes Jardines Japoneses.
Lo que uno imagina cuando piensa en el Japón tradicional, de geishas y samurai, el refinamiento culinario, la ceremonia del té en una cabaña de madera en un jardín en otoño, el kabuki, es el bakufu. Tokio misma es otra gran creación de Ieyasu Tokugawa, su hijo Hidetada y su nieto Iemitsu. El bakufu es la historia de Edo, un pueblito de pescadores perdido en la Gran Pradera de Kanto, que en cien años pasa a ser la ciudad más poblada del mundo. El bakufu todavía vive en el Japón contemporáneo, en las calles comerciales de los barrios, las ciudades y los pueblos, en las técnicas tradicionales y los artesanos trabajando descalzos sobre el tatami. En las callecitas que contornean los arroyos, y los cerezos que durante una semana en el año, con su corta floración, recuerdan al japonés contemporáneo de la impermanencia y la transitoriedad de las cosas.
El bakufu es economía de formas, es la austeridad del diseño japonés. Es la creación de una economía de mercado a la japonesa, y una explosión de las manifestaciones culturales que podría parecer paradojal, debido al estricto control sobre la importación de bienes culturales. Obviamente que Japón en 1600 ya tenía una cultura milenaria y ricas tradiciones para reinventar, incluso muchas manifestaciones culturales, religiosas importadas del continente. El bakufu es bushi-do, el camino del guerrero, y miles de adaptaciones del confucionismo que persisten hoy en la mentalidad de los japoneses. Que todavía llevan el bakufu adentro, y uno a veces logra hasta verlo por debajo de todas las capas de posmodernidad.
Varios colegas de Embajadas latinoamericanas tenían una extraña teoría, que repetían por lo bajo en reuniones sociales: que los japoneses no serían humanos. Se cuidaban mucho de no repetirlo en voz alta, para no herir susceptibilidades. Pero no creo que los japoneses se ofendieran mucho. Porque en algún lugar muy muy adentro, ellos mismos pueden estar de acuerdo, conscientes que Amaterasu, la Diosa del Sol, concibió y dio a luz al primer Emperador, y que ellos mismos son hijos del sol, transplantados a su tierra prometida, las islas del sol naciente. Y que desde arriba, en las sagradas montañas de Nikko, Ieyasu todavía los observa, mitad orgulloso mitad confundido con el resultado de su creación.
3 comentarios:
Notable post, DeAdentro.
Por lo general se conoce más la historia de Japón desde la Reforma Meiji para acá, donde todo lo Tokugawa suena a decadente. El proceso que describís revela un sistema de organización que, si bien está basado en los feudos, revela elementos que caracterizarán a los estados modernos. Ni hablar, el hecho de que los Tokugawa terminaron con el período Shengoku, tan sangriento que nuestros unitarios vs federales parecen una mariconada.
(dicho sea de paso, viste que Civ III tiene una extensión en la que se puede jugar el período Shengoku con cada una de las facciones?).
Sobre Ameratsu y el origen divino nipón. Me llamó mucho la atención saber que luego de la II Guerra el emperador fue obligado a renunciar a la dirección de la "iglesia" shinto. Razón por la cual, en teoría, no tiene autoridad sobre los shrine (incluyendo el polémico Yasukuni).
Muy buen post, me permito insistir.
Kind of Blues
Gracias, Kind of Blues! La verdad es que la historiografía occidental nunca sabe muy bien qué hacer con la Historia Japonesa. El "feudalismo puro" en Japón se termina en 1603, en la Batalla de Sekigahara. El Sengoku de CIV III es buenísimo, incluso podés jugar a ser Maeda o Masamune (mis ídolos, je je je).
Lo del origen divino del Emperador y su rol religioso es más controvetrido, porque de cierta forma el Shinto como religión de Estado duró poco tiempo (1855-1945) y el Emperador no fue tan claro como pensamos en Occidente al renunciar a su origen divino. Lo que conocemos como su declaración de humanidad es muy ambigua.
Chicos, se pasan de listos! antes los economistas y ahora los "niponistas"? Al final, te pusiste romántico y al ppio me hiciste acordar al concurso de ingreso...En cualquier caso, pienso que me arrepiento de no haberme anotado al Curso de Japonés, de ocho meses en Osaka. Ay de los costos de oportunidad que pagamos a cada paso! Muy bueno caro blogger, muy bueno! Pa´mi que deberías publicar algo en formato papel sobre tu vasta experiencia en las islas del sol naciente. Brutus
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